bienvenidos

20 de junio de 2012

¿Jugamos a las chapas?


Cada vez que en una tutoría se me plantea la cuestión de cómo ayudar a nuestros pequeños a sujetar correctamente el lápiz, siempre aconsejo distintas formas y pequeñas actividades que, por lo general, están muy alejadas del concepto tradicional con la manida fórmula “lápiz más papel”. Es decir, no es necesario recurrir a la actividad de mesa y silla, de lápiz y papel, como única solución al problema de la correcta prensión del útil de escritura, o el de la mala “caligrafía” (aunque, en realidad, a estas edades aún no podemos ni catalogarla con este término, sino más bien con el de “trazo”, pues aún juegan a dibujar letras, más que a esmerarse en el trazo caligráfico en sí mismo).
Todo lo contrario, es potencialmente más útil recurrir a otro tipo de actividades más cercanas al interés del niño y que son, en estas primeras fases de la escritura, más productivas para alcanzar nuestro fin último. De esta forma, siempre se nos pueden ocurrir distintas tareas de la vida cotidiana en las que estaremos fomentando el desarrollo de la motricidad fina de nuestros pequeños de forma lúdica y motivadora.


¿Podemos amasar pan?
Evidentemente no todos disponemos de un obrador, ni de una panadería para poder pasar una tarde divertida, creativa y “bien rica” con nuestros hijos, pero… ¿cuántas veces nos quejamos de que no somos capaces de robar al televisor la atención de nuestros pequeños? ¿Hemos intentado proponerles actividades lo suficientemente motivadoras que les hagan superar el férreo marcaje que les impone la caja tonta? Es fácil apagar la televisión y sentarlos frente a una ficha (¡otra ficha más!) a practicar el trazo de la “A”. Inútil. Simple y llanamente los niños, hoy día, están sobre-saturados de este tipo de tareas. El planteamiento de los colegios de educación infantil deja mucho que desear en cuanto al carácter “infantil” que se les presupone. Quiero decir con ello que aún no se ha superado la visión “pre-escolarista” que se le atribuye a la etapa. Nos empeñamos todos, familias y maestras, en que los niños lleguen a los maestros de primaria leyendo y escribiendo… ¡Craso error! ¿En qué se basará ese aprendizaje? En la monotonía y en la simple repetición. Escasas veces se construirá a partir del interés y la motivación propios del niño.

¡Déjame tocarlo!
El ejemplo anterior -amasar pan- es sólo eso, un ejemplo. Pero, ¿qué sucedería si nos dedicásemos un rato con ellos a preparar un bizcocho? Sabiendo de antemano la inevitable rotura, suciedad y todo lo que conlleve el que nuestro hijo manipule y disfrute de la actividad, llegará a ser muy divertido; un momento para recordar durante mucho tiempo. Manipular la harina, batir los huevos, mezclar todo con la yema de nuestros dedos… ¿Hemos probado a hacer el cocido con ellos? Seleccionar los garbanzos, tocarlos, meterlos en remojo, sacarlos, etc. ¿Hemos intentado enseñarlos a atarse los cordones? Creedme si os digo que se sentirían los reyes del patio con semejante conocimiento en sus manos… Ensartar botones, hacer “pelotitas” y “churros” con plastilina, jugar con la arena, contar pequeños chinos cuando estamos en la playa, transplantar macetas…

Todo ello incide directamente sobre la facilidad y la movilidad con la que van a tomar el lapicero y van a efectuar el trazo de cualquier símbolo arbitrario (que es de lo que se trata, al fin y al cabo, la escritura). Y como estas actividades, a diario, existen miles. Pensad un momento. ¿En qué instante no utilizamos, los adultos, nuestras yemas de los dedos para percibir el mundo que nos rodea y abstraer cualidades? Pues ello, ni más ni menos, es lo que están aprendiendo a hacer ellos: sentir el mundo y entenderlo a través de sus pequeños dedos que empiezan a tener “vida propia”.

Desde que nacemos vamos, poco a poco, afinando nuestras virtudes motoras. En un principio nos movemos como un bloque con extremidades rígidas adheridas a nuestro cuerpo. Más tarde, somos capaces de dominar cada extremidad. Más adelante somos capaces de dirigir a nuestro antojo miembros más específicos… ¡y así hasta que llegamos a ser las máquinas de precisión que somos! A esta edad, sobre los 4-5 años, comienzan a sentir que sus dedos (sobre todo el índice y el pulgar) son capaces de mantener trayectorias distintas al que le marca el brazo al completo. ¡Menudo logro! De aquí a la escritura hay un pasito. Porque, hasta ahora, el lápiz tan sólo era capaz de hacer trazos largos dictaminados por el movimiento rígido del brazo… ¿Y la muñeca? Pues también es importante. ¿Quién dijo que bailando unas “sevillanas” no se estaba trabajando la escritura?

¿Jugamos a las chapas?
Y es aquí donde, desde el colegio al igual que en casa, entran en juego algunas actividades que podemos realizar para ayudar a nuestro alumnado a su progresión en el plano escritor. ¿Quién juega hoy a las chapas? Pues mirad lo que se pierden (o estamos haciendo que se pierdan):
            - Jugar en grupo: a esta edad ya empiezan a comprender que los juegos, por lo general, son más divertidos si tienen distintas “reglas” (el orden de los turnos a la hora de darle a la chapa, las salidas de pista, etc.)
            - Aprendemos matemáticas: sí, quizá os suene raro, pero la mejor forma de trabajar los números ordinales es así… ¡jugando! Ellos saben más de lo que nos imaginamos. Suman, reparten, ordenan, calculan ángulos, distancias… ¡Son hasta físicos cuando, a simple ojo, perciben la fuerza que deben ejercer sobre la chapa para alcanzar a la que va primera!
            - Mejoramos el lenguaje: la capacidad de hablar en público y perder ese “miedo” es algo que se adquiere con el uso del lenguaje en determinados momentos… “Paco, dedica una palabras al público que te anima…”
            - Fomentamos la motricidad fina: ¿podéis creer que una gran cantidad de niños no sabe colocarse y golpear las chapas adecuadamente? Si no controlamos el gesto de golpear el redondo metal… ¿cómo pretendemos coger bien el lápiz? Debemos colocar nuestro cuerpo de determinada manera (apuntando hacia donde queremos que vaya nuestro “vehículo”), así como apoyar la muñeca en el suelo y flexionar y lanzar el dedo índice, en combinación con el pulgar, para imprimir velocidad a nuestra chapa.
            - Jugamos a juegos baratos, sencillos y divertidos: ¿por qué va a ser mejor la última video-consola o el ordenador infantil que una bolsa llena de chapas, o canicas?
           - Inventamos, soñamos, IMAGINAMOS...: y esto, quizá, sea lo más importante de todo. Si a esta edad no imaginamos que somos pilotos de F1, astronautas, corredoras, médicos... ¡no seremos nada de mayores!






Y así podríamos enumerar un sinfín de bondades de este tipo de juegos que, lamentablemente, están quedando en el olvido. Con ello tan sólo pido un poco más de sentido común a la hora de afrontar las distintas dificultades que van a experimentar nuestros pequeños en su desarrollo. NO todo lo que tiene que ver con el conocimiento se trata exclusivamente en el colegio. NO tenemos, los maestros, la exclusividad en la formación intelectual y cognitiva de los niños. NO tenemos derecho a robarles algunas experiencias que los, absurdamente rápidos, tiempos modernos les están privando… NO podemos anteponer los mil métodos y libros que nos venden las editoriales a este tipo de juegos, a la vida real

Pedro M. Alonso Parra
Tutor 4 años A (2011-12)

No hay comentarios:

Publicar un comentario