¿Jugamos a las chapas?
Cada vez que en una tutoría se me
plantea la cuestión de cómo ayudar a nuestros pequeños a sujetar correctamente
el lápiz, siempre aconsejo distintas formas y pequeñas actividades que, por lo
general, están muy alejadas del concepto tradicional con la manida fórmula
“lápiz más papel”. Es decir, no es necesario recurrir a la actividad de mesa y
silla, de lápiz y papel, como única solución al problema de la correcta
prensión del útil de escritura, o el de la mala “caligrafía” (aunque, en
realidad, a estas edades aún no podemos ni catalogarla con este término, sino
más bien con el de “trazo”, pues aún juegan a dibujar letras, más que a
esmerarse en el trazo caligráfico en sí mismo).
Todo lo contrario, es potencialmente más útil recurrir a otro tipo de actividades más cercanas al interés del niño y que son, en estas primeras fases de la escritura, más productivas para alcanzar nuestro fin último. De esta forma, siempre se nos pueden ocurrir distintas tareas de la vida cotidiana en las que estaremos fomentando el desarrollo de la motricidad fina de nuestros pequeños de forma lúdica y motivadora.
Todo lo contrario, es potencialmente más útil recurrir a otro tipo de actividades más cercanas al interés del niño y que son, en estas primeras fases de la escritura, más productivas para alcanzar nuestro fin último. De esta forma, siempre se nos pueden ocurrir distintas tareas de la vida cotidiana en las que estaremos fomentando el desarrollo de la motricidad fina de nuestros pequeños de forma lúdica y motivadora.
¿Podemos amasar pan?
Evidentemente no todos disponemos
de un obrador, ni de una panadería para poder pasar una tarde divertida,
creativa y “bien rica” con nuestros hijos, pero… ¿cuántas veces nos quejamos de
que no somos capaces de robar al televisor la atención de nuestros pequeños?
¿Hemos intentado proponerles actividades lo suficientemente motivadoras que les
hagan superar el férreo marcaje que les impone la caja tonta? Es fácil apagar
la televisión y sentarlos frente a una ficha (¡otra ficha más!) a practicar el
trazo de la “A”. Inútil. Simple y llanamente los niños, hoy día, están
sobre-saturados de este tipo de tareas. El planteamiento de los colegios de
educación infantil deja mucho que desear en cuanto al carácter “infantil” que
se les presupone. Quiero decir con ello que aún no se ha superado la visión
“pre-escolarista” que se le atribuye a la etapa. Nos empeñamos todos, familias
y maestras, en que los niños lleguen a los maestros de primaria leyendo y
escribiendo… ¡Craso error! ¿En qué se basará ese aprendizaje? En la monotonía y
en la simple repetición. Escasas veces se construirá a partir del interés y la
motivación propios del niño.
¡Déjame tocarlo!
El ejemplo anterior -amasar pan-
es sólo eso, un ejemplo. Pero, ¿qué sucedería si nos dedicásemos un rato con
ellos a preparar un bizcocho? Sabiendo de antemano la inevitable rotura,
suciedad y todo lo que conlleve el que nuestro hijo manipule y disfrute de la
actividad, llegará a ser muy divertido; un momento para recordar durante mucho
tiempo. Manipular la harina, batir los huevos, mezclar todo con la yema de
nuestros dedos… ¿Hemos probado a hacer el cocido con ellos? Seleccionar los
garbanzos, tocarlos, meterlos en remojo, sacarlos, etc. ¿Hemos intentado
enseñarlos a atarse los cordones? Creedme si os digo que se sentirían los reyes
del patio con semejante conocimiento en sus manos… Ensartar botones, hacer
“pelotitas” y “churros” con plastilina, jugar con la arena, contar pequeños
chinos cuando estamos en la playa, transplantar macetas…
Todo ello incide directamente
sobre la facilidad y la movilidad con la que van a tomar el lapicero y van a
efectuar el trazo de cualquier símbolo arbitrario (que es de lo que se trata,
al fin y al cabo, la escritura). Y como estas actividades, a diario, existen
miles. Pensad un momento. ¿En qué instante no utilizamos, los adultos, nuestras
yemas de los dedos para percibir el mundo que nos rodea y abstraer cualidades?
Pues ello, ni más ni menos, es lo que están aprendiendo a hacer ellos: sentir
el mundo y entenderlo a través de sus pequeños dedos que empiezan a tener “vida
propia”.
Desde que nacemos vamos, poco a
poco, afinando nuestras virtudes motoras. En un principio nos movemos como un
bloque con extremidades rígidas adheridas a nuestro cuerpo. Más tarde, somos
capaces de dominar cada extremidad. Más adelante somos capaces de dirigir a
nuestro antojo miembros más específicos… ¡y así hasta que llegamos a ser las
máquinas de precisión que somos! A esta edad, sobre los 4-5 años, comienzan a
sentir que sus dedos (sobre todo el índice y el pulgar) son capaces de mantener
trayectorias distintas al que le marca el brazo al completo. ¡Menudo logro! De
aquí a la escritura hay un pasito. Porque, hasta ahora, el lápiz tan sólo era
capaz de hacer trazos largos dictaminados por el movimiento rígido del brazo…
¿Y la muñeca? Pues también es importante. ¿Quién dijo que bailando unas
“sevillanas” no se estaba trabajando la escritura?
¿Jugamos a las chapas?
Y es aquí donde, desde el colegio
al igual que en casa, entran en juego algunas actividades que podemos realizar para
ayudar a nuestro alumnado a su progresión en el plano escritor. ¿Quién juega
hoy a las chapas? Pues mirad lo que se pierden (o estamos haciendo que se
pierdan):
-
Jugar en grupo: a esta edad ya empiezan a comprender que los juegos, por lo
general, son más divertidos si tienen distintas “reglas” (el orden de los
turnos a la hora de darle a la chapa, las salidas de pista, etc.)
-
Aprendemos matemáticas: sí, quizá os suene raro, pero la mejor forma de
trabajar los números ordinales es así… ¡jugando! Ellos saben más de lo que nos
imaginamos. Suman, reparten, ordenan, calculan ángulos, distancias… ¡Son hasta
físicos cuando, a simple ojo, perciben la fuerza que deben ejercer sobre la
chapa para alcanzar a la que va primera!
-
Mejoramos el lenguaje: la capacidad de hablar en público y perder ese “miedo” es
algo que se adquiere con el uso del lenguaje en determinados momentos… “Paco, dedica una palabras al público que te
anima…”
-
Fomentamos la motricidad fina: ¿podéis creer que una gran cantidad de niños no
sabe colocarse y golpear las chapas adecuadamente? Si no controlamos el gesto
de golpear el redondo metal… ¿cómo pretendemos coger bien el lápiz? Debemos
colocar nuestro cuerpo de determinada manera (apuntando hacia donde queremos
que vaya nuestro “vehículo”), así como apoyar la muñeca en el suelo y flexionar
y lanzar el dedo índice, en combinación con el pulgar, para imprimir velocidad a
nuestra chapa.
-
Jugamos a juegos baratos, sencillos y divertidos: ¿por qué va a ser mejor la
última video-consola o el ordenador infantil que una bolsa llena de chapas, o
canicas?
- Inventamos, soñamos, IMAGINAMOS...: y esto, quizá, sea lo más importante de todo. Si a esta edad no imaginamos que somos pilotos de F1, astronautas, corredoras, médicos... ¡no seremos nada de mayores!
- Inventamos, soñamos, IMAGINAMOS...: y esto, quizá, sea lo más importante de todo. Si a esta edad no imaginamos que somos pilotos de F1, astronautas, corredoras, médicos... ¡no seremos nada de mayores!
Y así podríamos enumerar un
sinfín de bondades de este tipo de juegos que, lamentablemente, están quedando
en el olvido. Con ello tan sólo pido un poco más de sentido común a la hora de
afrontar las distintas dificultades que van a experimentar nuestros pequeños en
su desarrollo. NO todo lo que tiene que ver con el conocimiento se trata
exclusivamente en el colegio. NO tenemos, los maestros, la exclusividad en la
formación intelectual y cognitiva de los niños. NO tenemos derecho a robarles
algunas experiencias que los, absurdamente rápidos, tiempos modernos les están
privando… NO podemos anteponer los mil métodos y libros que nos venden las
editoriales a este tipo de juegos, a la vida
real…
Pedro M. Alonso Parra
Tutor 4 años A (2011-12)
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